Nolfy

De ese día recuerdo que estando aún en la cama, intenté ocultarme de la luz. Aquella luz que refulgía pugnando por arrancarme los párpados tiraba de mí tratando de despertarme del todo. Aunque agotado, no pude hacer otra cosa que rendirme y apartar las sábanas que como un tenue manto sostenían mis frágiles ligaduras con las neblinas de los sueños. Arrastré mi cuerpo hasta la ventana cargado con mi fatiga. Miguel seguía durmiendo en la otra cama de la habitación, indolentemente feliz ante todo como era costumbre en él. Aparté las cortinas, que ya pobre servicio prestab

Pisé el primer escalón y mi pie se apoyó inseguro sobre una baldosa partida. Con tres impulsos de las piernas remonté los escalones que me separaban del local, elevado del nivel del suelo en una estrecha calleja del casco antiguo. Tras diez minutos allí, mis sensaciones eran de lo más extraño. No sabía si estaba teniendo un dejà vú de alguna noche de juerga universitaria refugiada en alguna parte antediluviana de mi cerebro, si estaba ante una de esas noches que el instinto reconoce como diferente y que quedará grabada en la memoria o si sencillamente mi ávida contemplación del

El señor Oruga A lo largo de mi vida he tenido la suerte o la desgracia de juntarme con gente de lo más singular. No sé si es por mi personalidad abierta, humanista y sociable, pero desde luego he tenido amigos que eran lo mejorcito de cada casa. A veces pienso si en realidad no seré yo una especie de bichejo friki y raro y no me doy cuenta. Menos mal que me tengo en muy alta estima. Casi siempre. El caso es que con trece y catorce años tuve un amigo. Llamémoslo... el señor Oruga. El señor Oruga vino en séptimo de EGB (Dios, esas siglas extintas de nuevo) al colegio, y como chico nuevo que se pre

Creo que todas las personas tenemos un lado oscuro. Un monstruo, un voraz monstruo lleno de dientes, con garras y fauces babeantes esperando salir. Un monstruo que tiene multitud de poderes, multitud de formas y todas las sutilezas imaginables, aunque puede tranquilamente destrozarnos de un zarpazo si lo desea, y a veces de hecho lo hace. Representa nuestros impulsos más ocuros, las formas más rastreras de conseguir cosas que deseamos, o a veces aquello que necesitamos. Porque aunque las personas normales, equilibradas, normalmente podemos mantenerlo a raya, encerrado, las personas desequilibradas, aquellas no necesariamente locas,

Si analizamos la Creación desde un punto de vista en el que nos planteemos la fe o no fe en un ente superior, y tomando como axioma la existencia del mismo, podemos establecer un razonamiento mediante el que el ser humano, como dice la tradición cristiana, se postula como el dueño y señor del planeta. Desde el Big Bang y el engrudo del cosmos hasta los rascacielos e Internet; podemos ver en la aparición y evolución de las especies un momento crucial: el surgimiento de la inteligencia. En este sentido, un científico puede justificar la evolución y adaptación de las especies con el paso de los mileni

Mi querido y apreciado editor, quizá viendo que ando escaso de genio y creatividad, me ha propuesto para este mes el tema “¿Qué es la vida? ¿Cómo afrontar este diminuto segmento de existencia? “. Pero puesto que ya he dicho bastantes sandeces sobre la vida en números anteriores, (quizá por eso precisamente lo ha hecho) y como ahora mismo no me apetece hablar de algo tan profundo, además de que cualquier cosa que diga va a ser algo manido y repetitivo, porque tampoco he filosofado últimamente sobre nada nuevo al respecto, pues básicamente voy a pasarme el tema por el forro de los cojo

Triste aquel que jamás haya disfrutado un amanecer en la ciudad... o aquel que a pesar de tenerlo como guía al inicio (o al final) de la jornada de trabajo, nunca se haya tomado la molestia de contemplarlo, de observarlo, quizá porque siempre le acompaña la dulce pero inclemente somnolencia del inicio (o del final) de la jornada. Es un momento de silencio glorioso, de calma inusitada, de perfecta armonía. Las vacías calles invitan a relajar la mente y contemplar el paisaje artificial de las grandes cajas de ladrillo y hormigón, cuyas ventanas se iluminan cual cuadro pintado con pasteles ante el reflejo p

Hoy he estado reflexionando acerca de cómo a veces nos exigimos mucho, o demasiado, a nosotros mismos… está bien, me dejaré de gilipolleces, no voy a excusarme ni esconderme tras el plural. El ensayo es mío, por lo tanto, sí, hablo de mí. Creo que muchas veces me exijo mucho a mí mismo, quizá en ocasiones demasiado… e incluso a veces me exijo demasiado quizá sin poner los medios adecuados para conseguirlo. ¿Es lícito, o incluso sano, mentalmente hablando, querer o desear cosas en esta vida, cosas para las que tenemos que llevar a cabo procesos personales internos que no sabemos

“¿Ah, sí? ¿no me digas? ¡No me lo creo!. Pues a mi amigo Alfonso también…” Mi amigo M.U. apareció de repente a mi lado con ella, rodeándola de forma afable por los hombros con uno de sus grandes brazos. Se llamaba Lourdes. O al menos así dijo que se llamaba. Era de Valencia. Yo estaba a mi rollo, con mi cubata de Cacique con cocacola, el alcohol empezaba a afectarme, de forma que estaba bastante contentillo… llevaba un patético sombrero rollo vaquero-sudamericano-culebronoide que en aquel momento me parecía la reostia, vamos, el puñetero sombrero de Indiana Jones, y